PADRE CARLOS POZZO
FEDERACIÓN DE CÍRCULOS SOCIALES CATÓLICOS DE AREQUIPA
CIRCA
“Dios nunca muere… y CIRCA es una obra de Dios y
mientras Dios este en CIRCA, CIRCA existirá”
RP. Carlos S. Pozzo, SJ.
“En las alturas del Misti, hace casi 100 años, nuestros abuelos plantaron una Cruz para recordar el paso de un siglo y para poder dirigir sus miradas a ella en las buenas y en las malas. Y allí está todavía esa Cruz que, hasta hace unos pocos años, a las cinco de la tarde, brillaban en lo alto del volcán. Pasaron los años y la Cruz desapareció de la mirada cariñosa de Arequipa. Hoy, al acercarse el paso no de un siglo a otro sino de un milenio.
Carlos Pozzo y me brindó su amistad sin requisito alguno. Pedía apoyo y ayuda a quienes consideraba amigos y éstos sabían que estaban trabajando al lado de un titán que desde el alba hasta la noche, incansable e infatigable se prodigaba en el trabajo de CIRCA, quizá su ritmo de actividad y la fuerza de sus convicciones religiosas, hizo que destacase solo en la labor de impulsar y desarrollar su obra.
Pozzo, más parecía un boxeador que un sacerdote, casi nunca lo vi con atuendo de clérigo; con los cabellos cortados a rape y una bondadosa sonrisa, sabía obtener ayuda para sus labores. Era hombre robusto y de pocas palabras que denotaban un castellano de mezcla italiana.
Ejerció su ministerio con sencillez y una energía que solo podía provenir de una fe a toda prueba. Nunca lo vi desmayar por muy grandes que fueran las dificultades que enfrentase y ello le permitió levantar sobre sus hombres una obra que es ejemplo para Arequipa y para el Perú.
La Ciudad Blanca, hecha en sillar volcánica, es de antigua tradición católica. En el siglo XIX surgieron instituciones católicas de gran desarrollo como puede leerse en “Arequipa de mi Infancia” de Víctor Andrés Belaúnde. Esa tradición, unida al hecho que socialmente no hubiere gran separación entre clases, sino una armonía interesante y orgullosa: “todos hidalgos como el rey dineros menos”
Pozzo, más parecía un boxeador que un sacerdote, casi nunca lo vi con atuendo de clérigo; con los cabellos cortados a rape y una bondadosa sonrisa, sabía obtener ayuda para sus labores. Era hombre robusto y de pocas palabras que denotaban un castellano de mezcla italiana.
Ejerció su ministerio con sencillez y una energía que solo podía provenir de una fe a toda prueba. Nunca lo vi desmayar por muy grandes que fueran las dificultades que enfrentase y ello le permitió levantar sobre sus hombres una obra que es ejemplo para Arequipa y para el Perú.
La Ciudad Blanca, hecha en sillar volcánica, es de antigua tradición católica. En el siglo XIX surgieron instituciones católicas de gran desarrollo como puede leerse en “Arequipa de mi Infancia” de Víctor Andrés Belaúnde. Esa tradición, unida al hecho que socialmente no hubiere gran separación entre clases, sino una armonía interesante y orgullosa: “todos hidalgos como el rey dineros menos”
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